La mirada del miedo


Hace unos días fui a una comunidad campesina a celebrar la misa. Era una zona alejada, que casi no podemos atender aunque esté en el territorio de nuestra parroquia, está a más de tres horas en camioneta desde El Nula, en medio del Llano venezolano. Allí estuvieron previamente trabajando unos misioneros laicos y la llegada de los sacerdotes estaba anunciada como un gran evento. Fuimos Jorge y yo. Él se encargó de las confesiones y yo de bautizar a diez niños dentro de la misa de la fiesta de la Ascensión del Señor. Todo en un improvisado techado a medio construir que nos hizo las veces de capilla. Al llegar me llamó la atención que había un gran grupo atendiendo a misa, con muchísimos niños en los tablones con troncos que hacían de bancos, pero en los aledaños, recostados en los restos de obra unos jóvenes miraban con recelo al grupo como vigilando de soslayo el evento a ver qué era lo que decíamos y hacíamos. Yo prediqué sobre la Ascensión como el momento en el que Jesús pasa a estar en todas partes, rompiendo las fronteras entre el cielo y la tierra, e invitándonos a todos a construir el cielo en nuestra realidad de frontera terrenal animando a la comunidad a permanecer unidos construyendo una la Paz justa y duradera en la zona.

Terminados los bautizos, para los que no me hubiera venido mal una manguera, y concluida la celebración de la misa con la bendición, me quedé charlando con unos y otros. En esto, viene Jorge que había estado toda la misa confesando, pidiéndome que me acercara donde él estaba hablando con un joven. Aquél chico no llegaba a los 17 años y había sido amenazado de muerte por la guerrilla, se le cumplía el plazo y tenía que salir como fuera de aquel lugar. Nos pedía llevarle en la camioneta y dejarle más adelante en el camino, fuera de peligro. Hablaba muy bajito, despacito, casi inmóvil, con los ojos muy abiertos y con una expresión cadavérica de estar completamente aterrado. En su desesperación, la noche anterior había tratado de quitarse la vida pero su hermano logró impedirlo. Acudía a nosotros con la vergüenza de pedirnos el favor de sacarlo de allí ya que en esa población no salían más autos que el nuestro ese día. A mi me pareció como si el llano se hubiera convertido en una isla en llamas y yo tuviera el último bote para atravesar un mar de tiburones. Jamás pensé que salir por tierra de un lugar fuera tan difícil y arriesgado. Había que salvar una vida, eso estaba claro, pero ¿cómo hacerlo sin jugársela? Nosotros queremos seguir volviendo a la zona a atender a la gente y esto podía complicarlo todo. Daba lo mismo, había que ayudarle como fuera, había que salvar una vida. Decidimos hacerlo, pero dándole un toque de normalidad, nosotros almorzaríamos en el ranchito previsto y después saldríamos subiéndole por el camino en la parte de atrás de la camioneta entre los misioneros hasta dejarle fuera de peligro, llevándole como a un campesino más como si no supiéramos su historia. Cualquier otro intento de camuflaje podría ser mucho peor para todos.

Almorzamos con la gente de allá cuando pasamos a recogerle no estaba en el bar convenido. Toqué la bocina a ver si salía y pregunté si había alguien a quien “dar la cola”,como dicen aquí, pero no salió nadie así que seguí camino adelante. No habíamos avanzado unos kilómetros cuando vemos que en una de las angosturas del camino hay un hombre a caballo que se quedaba esperando a nuestro paso. Como el camino era estrecho fui despacio y pasé a su lado, saludándolo como es costumbre. Él me miró de soslayo, gruñió un saludo y revisó con la mirada palmo a palmo nuestra camioneta y a los pasajeros mientras pasábamos despacio a su vera. Si por la mañana el muchacho tenía el rostro del miedo, aquel hombre a caballo tenía una mirada de odio que hacía más pesado aún el bochorno húmedo del día.

No tenía nada que temer cuando adelanté a aquél hombre de mirada torcida, entonces él dio un silbido fuerte y aparecieron otros dos jinetes camino adelante que al oír la señal comenzaron a galopar hacia nosotros. Ahí sí tragué saliva, pasaron a ambos lados del vehículo y se unieron al primero, alejándose hasta perderse en la polvareda. No sé lo que pasó con el muchacho ese día. Una semana después he vuelto a la zona para una procesión, vigilia y misa en otra población cercana, esta vez me quedé a dormir allí. Preguntando a los más allegados por la situación del muchacho, me cuentan que está vivo y que seguramente su familia nos utilizó como estrategia para despistar a los de las pistolas. Me alegro mucho de que esté vivo y de haber servido, aunque fuera de señuelo. Si llegamos a llevarle en la camioneta nos lo hubieran sacado a la fuerza y lo hubieran matado sin contemplaciones. Como veis en esta zona cada uno se apaña como puede para seguir viviendo porque la mayor desgracia aquí es ver como la vida va perdiendo más y más su valor.

Coloquio para una agenda de Paz


El 28 de mayo, en el marco de un coloquio para estudiar propuestas para escribir una agenda de paz en la frontera colombo-venezolana, se presentó en la Universidad Católica del Táchira (UCAT) el libro: Cultura de paz en el Alto Apure y el Táchira: Un reto de frontera. Este estudio reúne en sus páginas tanto la historia del conflicto armado que se da en Colombia, como su proceso de internacionalización al cruzar la frontera hacia Venezuela. Además, por primera vez, se realiza un estudio de campo sobre lo que implica vivir en la frontera y las violencias que están presentes en los municipios estudiados. La obra concluye con la presentación de distintas propuestas para caminar hacia una nueva cultura de paz en la zona que fueron presentadas por los coordinadores de la investigación, Rina Mazuera Arias y Jesús Rodríguez Villarroel.

El acto fue abierto por los principales representantes de las entidades implicadas en la investigación, por un lado el rector de la UCAT, Arturo Sosa, quien destacó la importancia de crear una “cultura de paz” frente a los que, cada vez más, quieren solucionar los conflictos por la vía violenta, y por otro, la Parroquia San Camilo de Lelis, donde nace el Programa por la Paz-Venezuela, cuyo párroco, Acacio Belandria, manifestó el profundo deseo de los habitantes de la zona de vivir en paz y agradeció los pasos concretos que se están dando para encaminarse hacia la paz por caminos no violentos que incluyen “los dos amores que sostienen la paz, el amor al Evangelio y el amor al país”. Para trabajar sobre las propuestas para una agenda de paz expuestos en el libro asistieron al coloquio el cónsul de Colombia en San Cristóbal, los representantes de las principales universidades de la ciudad, la Universidad de Los Andes y la UNET, así como delegados de instituciones como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), los directores de los centros educativos de Fe y Alegría de la zona, representantes políticos de dos de los municipios estudiados, delegados de Cáritas y de las Defensorías del Niño, Niña y Adolescente, el presidente de Federación de Cámaras de comercio de San Cristobal, así como la directora de Radio Fe y Alegría de Guasdualito. Las autoridades de los cuerpos de seguridad, Policía y Ejército, excusaron su asistencia al coloquio.

En las intervenciones de los participantes en el coloquio se valoró muy positivamente el rigor de la investigación presentada en el libro y se manifestó la importancia y necesaria presencia de todas las instancias sociales asistentes al evento. Entre los datos que llamaron más la atención fueron los altos índices de violencia que debido a la pobreza estructural se están dando en la zona. Siendo de especial preocupación la violencia intrafamiliar y delictiva, seguida de la violencia ejercida por los grupos armados irregulares y las instituciones políticas y de seguridad. El resultado es una población sufriente en la que los sentimientos más presentes son el miedo, la impotencia y la rabia, según los datos de la investigación presentada. Así mismo se alertó sobre la debilidad de las autoridades municipales que está cediendo terreno a los grupos armados irregulares, cada vez más presentes en el entramado social de la zona. Y también sobre la necesidad de atención que más de 180.000 personas indocumentadas precisan en toda la frontera de Venezuela.

En el capítulo de propuestas para una agenda de paz, fueron muchas las que se expusieron en la sala desde las distintas instancias sociales representadas. Podríamos dividirlas en propuestas de formación, investigación, comunicación-sensibilización y las de acción directa sobre las estructuras económicas y sociales que se oponen a una cultura de paz. En la formación, según destacaron los directores de los centros de Fe y Alegría, lo importante es contar con el potencial humano de cada alumno para reforzar lo positivo en ellos y en sus familias, ofrecer talleres de ciudadanía y herramientas para la formación de alumnos y profesores para resolver los conflictos de manera no violenta. En cuanto a las propuestas de investigación desde las universidades promovieron los observatorios de la pobreza, trabajando en red con los organismos implicados en toda Latinoamérica. Desde todas las instancias se destacó la necesidad de dar visibilidad a estos estudios con campañas comunicacionales de sensibilización. Y las propuestas de orden económico incidían en buscar la superación de la pobreza y procurar el cambio estructural a partir de acciones concretas que involucren a todos los niveles sociales tanto en el campo como en la ciudad. Todas las iniciativas propuestas en la sala se recogerán en un documento final que saldrá a la luz próximamente como fruto de este coloquio. Cabe destacar, finalmente, el deseo de los participantes en continuar la tarea y la llamada común a la participación ciudadana para lograr vencer en la carrera a la violencia caminando por senderos de paz.

Mayo, mes de María



De nuevo en El Nula, durante este mes participo acompañando de lunes a jueves la procesión de la Virgen María por los distintos barrios del pueblo. Es el primer año que se hace y está resultando conmovedor. Al recorrer todo el pueblo con la Virgen a cuestas estamos en oración por todos los vecinos, mayores, adultos y niños, en cada casa y calle. Es una devoción popular de las que se viven donde termina el asfalto y comienzan los baches y los charcos. Los hermanos cristianos de otras iglesias nos acusan de adorar ídolos, pero nada más lejos, llevar la imagen de María no es alabar una estatua sino una manera de orar en la que le pedimos a Nuestra Señora que medie por todos delante de Dios desde nuestras necesidades más de pie a tierra. Como decía Alberto Hurtado, si María nos mira su hijo también nos mirará, y eso es lo que le pedimos en cada una de las barriadas de El Nula.

Cada día salimos de un barrio, de la casa que ha acogido la imagen durante la noche y llegamos con ella hasta los lindes del otro. Allí es recibida con pancartas, banderitas y globos en azul y blanco, entre aplausos y cohetes, con discursos de despedida y acogida. Lo que cada tarde comienza con unos pocos despidiendo a la Virgen se va agrandando según vamos recorriendo las calles hasta llegar a la centena al final de la procesión. Avanzamos por las calles rezando Avemarías, Salves y Padre Nuestros, intercalando las canciones marianas de toda la vida (aquellas que cantábamos en el colegio de pequeños en aquel cancionero marrón y blanco llamado ”Fiesta”).
La llegada suele tener también su arte, devoción y gracia. Primero sirven algo fresquito para aliviar el calor de la caminata, luego tras una reflexión mariana y unas peticiones vienen los bailes en honor a la Virgen María en los que se alternan los tradicionales como el joropo y los creativos (Ave María salsero, parábolas con música, teatrillo de la anunciación, José Luis Perales, etc.). Realmente es de apreciar que las maestras y las gentes de los barrios hacen un despliegue de creatividad y cariño hacia todo el que se acerca a celebrar que la Virgen ha llegado al barrio. Ayer me emocioné al ver como un viejito se paró delante de la imagen de María y sólo la miraba, clavando los ojos en ella, lloraba y susurraba entre lágrimas, una y otra vez la palabra “sí”.
"vin Bemida Birguen maria" ¡Genial!

A orillas del Orinoco


La semana de la Paz terminó con un viaje a Puerto Ordaz en el estado de Guayana, en el extremo oriental de Venezuela. Allí Carmen tenía de nuevo conferencias y entrevistas, así que pude conocer la labor de la Compañía allí tanto en la Universidad Católica Andrés Bello como el trabajo en Fe y Alegría en los barrios más populares en los que me alojé. Fueron dos días intensos pero mereció mucho la pena conocer aquella zona del país que es inmensamente rica en recursos naturales. Cuando terminamos el trabajo fuimos a conocer los portentos fluviales de la ciudad. Primero caminamos a orillas del Orinoco. Ríete tú de nuestros escuálidos ríos españoles. Y luego recorrimos dos parques, Cachamay y La Llovizna, cada cual con su salto de agua espectacular. El primero por ancho y el segundo por alto, cada uno destacaba por la cantidad de agua que movía en medio de una vegetación increíble de múltiples verdes encendidos. Todo un descanso para los sentidos en esta Venezuela que no deja de sorprenderme por sus maravillas y contrastes.
Parque de Cachamay
Con Luisa, Carmen y Txúo en La Llovizna

Movida Semana de la Paz


El ritmo de esta semana ha sido vertiginoso pero muy fructífero. Después de muchos preparativos pusimos en marcha la Semana de la Paz que se hizo extensiva desde la Universidad Católica del Táchira, con la que colaboro desde el Programa por la Paz, hasta El Nula y Ciudad Guayana. El principal motivo era acompañar con Txúo a la invitada del programa, Carmen Magallón, en sus conferencias y coloquios en unos sitios y otros. Carmen, además de ser una mujer excepcional, cercana y sencillamente encantadora, es la directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz, en el Centro Pignatelli de Zaragoza. Sus conferencias versaron sobre el papel de los educadores en la implantación de una cultura de Paz y sobre la reflexión acerca de la Paz como un Derecho Humano.
La respuesta en la Universidad fue buena, Los alumnos y profesores presentes se preocuparon en especial de la polarización política que está sufriendo Venezuela y del creciente problema de violencia presente en la sociedad de la franja fronteriza. Carmen no dejó de animar a los universitarios a realizar investigaciones que ayudaran a dar pasos hacia una paz que contenga cuatro “d”: Desarrollo, Democracia, Desarme, y Derechos Humanos, todas muy necesarias por estos pagos.

Carmen también tuvo unos coloquios con más de doscientos maestros de la zona de El Nula. Fue todo un éxito de participación tanto desde las escuelas y liceos públicos, como desde los centros de Fe y Alegría de la zona. Aquí aparecieron los problemas reales de la gente, la pobreza como mayor aliado de la violencia intrafamiliar, los grupos armados irregulares que implantan su ley de miedo y extorsión, la desconfianza de las instituciones estatales que deberían proteger a la sociedad civil pero se convierten en otro brazo que temer, y así de triste ver como todo lo que se vive en la calle entra en el aula con la carga afectiva y el dolor efectivo de tener a los niños por protagonistas. El diálogo entre profesores terminó destacando la importancia de salir de las situaciones de silencio para desvelar los conflictos latentes tanto en el Estado, como en la sociedad civil y en la familia. De manera que no se excluya a nadie de los que están juntos en el conflicto para que estén también juntos en la solución.

Notas de prensa, radio y diseño gráfico


En las tres entradas previas he añadido, casi tal cual, las notas de prensa, artículos y fotos que voy haciendo para pasar a distintos medios de comunicación, revistas y páginas web. Además estoy haciendo cuñas de radio y diseño gráfico en los carteles que han ido saliendo para promover la jornada contra la violencia familiar en El Nula, o la semana por la Paz en la Universidad Católica del Táchira. Esta universidad llevada por la Compañía, tiene más de 8.500 alumnos y está en la ciudad de San Cristóbal, a hora y media de El Nula. Allí como colaborador del Programa por la Paz estoy trabajando como apoyo de prensa en el decanato de investigación. Aquí lo mismo hay que servir para hacer notas de prensa, que para cocinar arepas, tortas de maíz, para cuando llegan los voluntarios. Es curioso que haya tenido que venirme aquí para rescatar mis habilidades periodísticas, pero la verdad es que no han estado perdidas sino que siempre he sentido que son destrezas que ayudan a entender y comunicar en este mundo, y esto, desde la óptica de hablar de Dios, vale para todos los sitios por los que he pasado.

Pobreza violenta


La primera investigación sociocultural en el Táchira y Alto Apure demuestra que la pobreza que sufre la población es la principal causa de los altos índices de violencia en la zona. Así lo desvela el estudio de campo presentado en la Universidad Católica del Táchira (UCAT) con motivo de la apertura de la Semana por la Paz y que hoy sale a la luz en el libro : “Cultura de Paz en el Alto Apure y el Táchira. Un reto de frontera”. Según los resultados obtenidos en esta investigación la pobreza es el factor determinante o la causa principal, que genera un clima de violencia, delictiva e intrafamiliar, en los municipios estudiados. El segundo factor que genera clima de violencia en la región es la presencia de los grupos armados irregulares, seguido por la exclusión social en las políticas de Estado referentes a salud, educación, vivienda y vialidad.

La principal característica del estudio es que nunca se había realizado una investigación similar, ni teórica y ni práctica, que analizara la situación de violencia en la frontera. Partiendo del análisis de la internacionalización del conflicto armado colombiano, se diagnostican las causas de la violencia en los municipios afectados en la franja venezolana y, lo que resulta más importante del estudio, se proponen vías para generar una cultura de paz alternativa a través de la participación ciudadana, la educación y el desarrollo humano en la en la zona. Según la óptica de la población de la franja fronteriza estudiada es importante destacar que, además de la violencia causada por la pobreza y la escasez de recursos, existe una serie de instituciones públicas o privadas que también generan violencia en la zona. La responsabilidad de la violencia no es exclusiva de los grupos armados irregulares, ni de la delincuencia común o organizada en bandas, sino que los habitantes de estos municipios fronterizos también responsabilizan a algunas instituciones del Estado y principalmente denuncian el abuso de cuerpos policiales y partidos políticos.

Los investigadores de la UCAT, el Programa por la Paz – Venezuela, de la Compañía de Jesús, en convenio con la Parroquia San Camilo de Lelis de El Nula y gracias a los recursos económicos recibidos de la Fundación Entreculturas, analizaron el impacto del conflicto armado colombiano en la frontera venezolana del Alto Apure y el Estado Táchira. Para ello, se aplicó un cuestionario dirigido a un grupo de habitantes de los municipios fronterizos del Estado Táchira (Pedro María Ureña, Bolívar, Fernández Feo, San Cristóbal y el Alto Apure (municipio Páez). Los resultados obtenidos en el estudio permiten detectar las clases de violencia en la región y construir estadísticas para fundamentar sus causas, el rol de los organismos públicos y privados y los sentimientos que produce la presencia de los grupos armados irregulares en los municipios más emblemáticos del eje fronterizo de Venezuela y Colombia

La estructura interna de la investigación consta de cuatro apartados. El primero expone los fundamentos teóricos de la paz como derecho humano, tanto en su dimensión cultural de paz y no-violencia, como en la educación para la paz, la reconciliación, el diálogo y la mediación. El segundo apartado se adentra en el conflicto armado colombiano exponiendo sus protagonistas, historia, contexto geográfico, acciones, víctimas y explicaciones. La tercera parte, comprende el estudio teórico y de campo acerca de la internacionalización del conflicto armado colombiano y su impacto en la frontera del Alto Apure y el Estado Táchira. Y la última parte expone una serie de propuestas encaminadas a la construcción de una cultura de paz, tomando como fundamento las estadísticas obtenidas en el estudio. Estas propuestas destacan la importancia de la participación ciudadana para la integración social y el sentido de pertenencia. La necesidad de la educación para mitigar la violencia intrafamiliar y la urgencia de la superación de la pobreza para lograr unas condiciones de vida digna en la zona.

Arte contra violencia


La jornada por la Paz “que la violencia no te sea familiar” invadió las calles de El Nula con espectáculos circenses, payasos y malabaristas que lograron cambiar la cara de la población los días 1 y 2 de mayo de 2009. La iniciativa surgió de la colaboración del Programa por la Paz – Venezuela (PorlaPaz) y la Parroquia San Camilo de Lelis de El Nula con la Universidad Católica del Táchira (UCAT) y los artistas de los grupos Apu Circo, Doctor Yaso y Circomediados. El sueño compartido consistía en transforma los rostros de la violencia en expresiones de alegría, ilusión, admiración y esperanza a partir de una fórmula festiva capaz de celebrar la vida incluso en las zonas donde la violencia está más presente.

Según los estudios más recientes realizados entre PorlaPaz y la UCAT, en los municipios de la franja fronteriza entre Venezuela y Colombia, como El Nula, los altos índices de violencia están causados principalmente por la pobreza y se muestran con especial gravedad en la violencia intrafamiliar. Estos resultados fueron los que generaron la necesidad de poner en marcha una jornada para insistir en la importancia de acabar con la violencia dentro de los hogares. Bajo el lema “que la violencia no te sea familiar” quedó estructurada una jornada que se inauguraba y cerraba con espectáculos circenses y contenía actividades de pasacalles, expresión artística y encuentros divertidos con la población

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Los habitantes de El Nula dieron una acogida excelente a los grupos de payasos y malabaristas que llegaron de fuera. La Escuela Técnica Agropecuaria de Fe y Alegría les brindó alojamiento, de la comida y demás cuestiones prácticas se encargó un grupo de voluntarios del pueblo que hicieron posible la actividad. La financiación del evento fue completamente a partir de ayudas particulares y donativos de personas que creyeron en el proyecto y apostaron por la iniciativa. A lo largo del fin de semana también hubo voces en contra, pero fueron voces de los que susurran mirando de soslayo, que se sienten con el privilegio de poder atemorizar y ejercer la violencia con quién y como quieren. Aquellos que nunca van a ser capaces de entender que bajo la sonrisa maquillada de un payaso hay un deseo profundo de que la Paz alcance todas las dimensiones individuales, familiares y sociales de la persona.

Las actividades fueron todas festivas y se basaban en la diversión de la población, al tiempo que llevaban un mensaje claro para pequeños y mayores: “que la violencia no te sea familiar”. El espectáculo de la noche del primero de mayo se tituló “Abre las puertas a la Paz” y con él se inauguró la jornada. La cancha cubierta de El Nula quedó transformada en la carpa de un circo en el que la destreza de los acróbatas y un espléndido despliegue de luz y sonido generaron la magia necesaria para hacer vibrar con el evento a más de mil personas.

Después de un encuentro en los locales de la Parroquia de San Camilo de Lelis entre los grupos de artistas, la mayoría de San Cristóbal y otros de El Nula, llegó la actividad matinal “La toma del pueblo: a la Paz por la Alegría”. Un tropel de payasos invadió las calles de El Nula encandilando a todos a los que se acercaban y repartiendo volantes de la campaña. En la calle principal no dejaron comercio sin entrar, vehículo sin frenar o peatón sin atender. La reacción inicial de los transeúntes era de sorpresa, recelo e incluso miedo ante semejante turba maquillada, vestida de colores chillones y armada con juegos malabares. Sin embargo, los payasos supieron ganarse la simpatía de la gente, sin violencia, sin más estridencias que el juego y la risa, lograron sacar el niño y la niña que todos llevamos dentro. Este ejército de alegría descubrió que debajo de la máscara de seriedad, aguante y resistencia con la que las personas se defienden de los ataques de la cotidianeidad, existe otra manera de enfocar la vida, más auténtica, infantil y madura a la vez, que sabe optar por la alegría sin quitar importancia a los problemas sino buscándoles el lado más humano en el que siempre nos es posible sonreír.

Por la tarde, los payasos cortaron de nuevo la calle principal para extender más de veinte metros de una tela que pronto dejó de ser blanca. Al grito de “Aquí pintamos todos por la Paz” niños y mayores fueron dejando en el lienzo su impronta de colores con deseos, llamadas, motivos y señales para hacer un poco más presente la Paz en las familias y en el pueblo. Mientras tanto, junto a las puertas de la Iglesia Católica, otro grupo de comediantes, pintaba y jugaba con los niños convirtiendo toda la plaza en un mar de globos, témperas, pinceles y pompas de jabón que celebraban la vida al ritmo del oleaje de los payasos.

La primera noche, casi al final del espectáculo, falló el suministro de electricidad del pueblo y los artistas tuvieron que cerrar el acto con una improvisada comparsa de antorchas que lejos de deslucir el momento, dejaron a todo el público con ganas de más para el día siguiente. Así se comprobó el sábado cuando, desde más de una hora antes del evento, muchos vecinos trajeron sus propios asientos para contemplar una función que tenía por título: “La Paz, el mejor fruto de la Justicia”. Un desfile de payasos abrieron la noche entre los aplausos de un público entregado de principio a fin. Desde el medio de la cancha, rodeados de un montaje tecnológico espectacular, los malabaristas se alzaban hasta las alturas más arriesgadas con ejercicios de telas, aros, anillas y cuerdas. Su arte pasaba volando y girando por encima de todos imponiéndose con la fuerza de la alegría, la danza de la creatividad y la poesía de la esperanza. Aquella noche El Nula despertó a la posibilidad de un pueblo más unido en cuyas familias estuviera más presente la Paz que la violencia.

La jornada “Que la violencia no te sea familiar” resultó un evento cuyas dimensiones no se habían visto antes en El Nula. Su principal éxito es el haberse realizado, es decir el proceso por el cual desde los resultados desesperantes de una investigación que desvela el perfil más tristemente familiar de la violencia, se va llegando a través de sueños y desvelos a hacer posible una jornada donde todo lo bueno que las personas llevamos dentro, la creatividad, el arte, la danza y la alegría encuentran un cauce para expresarse en medio de la vida de un pueblo que ya está harto de violencia, y quiere respirar hondo para llenarse de Paz.

Comunidades en pie de Paz


El primero de mayo se celebró por primera vez el encuentro de todas las comunidades cristianas de base que forman la Parroquia de San Camilo de Lelis en El Nula. La jornada tuvo lugar en la Escuela Técnica Agropecuaria de Fe y Alegría y la participación fue un éxito. Llegaron doscientos representantes, más del doble de los esperados. El encuentro comenzó con una oración comunitaria para dar gracias a Dios por hacer posible esta reunión y para pedir su luz y su ayuda para que diera verdaderos frutos de justicia. Acto seguido, intercalado con canciones y dinámicas, tuvo lugar la presentación de las veinte comunidades asistentes del campo y de los distintos barrios de El Nula. En la presentación cada comunidad narraba su propia historia y analizaba las principales dificultades y esperanzas de su realidad social. Los problemas más denunciados por las comunidades fueron la falta de transporte público y el mal estado de las carreteras, la escasez de puestos de salud, las dificultades en la calidad de la educación por la falta de maestros, las carencias en el servicio eléctrico, la canalización del agua y la insuficiencia de vigilancia y seguridad en la zona.

Entre los motivos para mantener la esperanza en las comunidades estaba su capacidad demostrada de seguir adelante y de celebrar la vida a pesar de las dificultades. Muchas comunidades contaban con catequistas y grupos para preparar la primera comunión y la confirmación. Otras habían puesto en marcha iniciativas como construir nuevas capillas, comedores o boticas comunes. Se agradecía las visitas de los padres jesuitas para celebrar la misa con distinta periodicidad y destacando todas ellas las misas de aguinaldo (misas vespertinas de Navidad que se celebran por barrios y gremios) como un momento de especial unidad en la vida de cada comunidad.

Después del almuerzo con sancocho, jugo y torta para todos los presentes. La jornada continuó con una reflexión comunitaria guiada por Acacio con el lema: “Vamos a hacer que la paz sea con nosotros, vamos a hacer que la vida reine aquí”. En ella se repasaron las cuatro fuentes de violencia en la zona: la violencia familiar, la violencia callejera, la violencia en contra de los Derechos humanos y la violencia armada. En cada tipo se analizaron las causas, las consecuencias y los responsables, para luego enfrentar la pregunta: ¿qué hacer para enfrentar la violencia? La respuesta pasa por promover la justicia, defendiendo a los más débiles. Primero, peleando contra las estructuras políticas y económicas que ejercen la violencia sobre el pueblo quitándole su derecho a una vida digna. Segundo, formando al campesinado para poder trabajar la tierra y ofreciéndole alternativas y nuevos recursos. Y tercero, con el convencimiento de que la paz no viene de otros, sino que cada persona aquí es agente de paz desde su lucha por la justicia, el amor y la fraternidad.

Guiados por los organizadores, las comunidades trabajando en pequeños grupos, aportaron a la reflexión el convencimiento de que la justicia entra primero por la casa de cada uno y que hay que sensibilizar a los que tienen el control político y económico para que formen también parte de la comunidad y compartan los problemas con la gente, dialogando y buscando el beneficio de todos. Destacaron la necesidad de unión entre el pueblo y el campo para llevar adelante la tarea común de la paz. Y también añadieron la importancia de estar unidos en la oración, de reconocer los propios fallos, de predicar con el ejemplo, conociendo los derechos y los deberes de cada uno. Cuanto mejor se conozcan los problemas, más fácilmente se llegará a una solución que ayude a todos.

En la Eucaristía final se recordó la importancia de actuar unidos como un cuerpo para tomar conciencia de la situación de violencia creada. Estar unidos para luchar juntos por la justicia y que así salgan adelante las iniciativas de paz entre todos. Y finalmente, para recordar el mensaje de Jesús resucitado que nos da su paz y convoca a compartir la felicidad de los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

Desde El Nula


El Nula es un pueblo de 15.000 habitantes cerca de la frontera entre Venezuela y Colombia. En esa franja delgada de color rojo que sale hacia el oeste en el mapa del estado de Apure. El lugar parece muy tranquilo, pero al llegar sientes como si te clavaran en la nuca todas las miradas del pueblo. La sensación es que hasta las ramas de los árboles me señalaran pregonando que no soy de aquí. La primera noche Txúo me recordó los tres grupos guerrilleros de la zona asegurando que ellos ya sabían que yo había llegado al pueblo. La verdad es que el dato me removió un poco por dentro, pero supongo que eso es convivir con la gente aquí y que no me puedo quedar anclado en los temores. Por suerte, al día siguiente me presentaron en todas las misas como “el padre José, compañero del padre Acacio, del padre Jorge y del padre Txúo, que va a estar con nosotros una temporada”. Esto era como darme un salvoconducto para la gente de aquí pues la sensación es que aunque, como me contaba Txuo, han tenido amenazas de muerte, a la gente de Iglesia la respetan y somos queridos aquí. También es distinto como se puede mover uno por El Nula que por los barrios y ranchos de los alrededores, donde iré más adelante.


Nuestra casa está abierta a todo el mundo, en un lado vivimos los cuatro jesuitas, en otro dos estudiantes y hay unos dormitorios, con cocina y comedor, para albergar a los que vienen de las comunidades cristianas del campo. También en el otro extremo vive una abogada y una religiosa que es de una congregación que yo no conocía, las misioneras médicas. Nuestra casa está pegada a la Iglesia y a las obras también porque aquí está el estudio de Radio Fe y Alegría de El Nula, la oficina del Servicio Jesuita al Refugiado, el Programa por la Paz de Venezuela, la Defensoría del Menor, La oficina para los Derechos Humanos, además de una biblioteca pública, locales de encuentro y un patio con un jardín en el centro que es una maravilla. En el pueblo también tenemos un centro de estudios informáticos y una Escuela Técnica Agropecuaria de Fe y Alegría que es una obra que quiere dar alternativas laborales para que los jóvenes de la zona salgan adelante sin tener que recurrir a los grupos violentos o los negocios ilegales. En medio de una realidad dura y de escasos recursos, donde la vida parece que vale poco o nada, es una satisfacción encontrar todas estas personas e instituciones que son verdaderos motores de esperanza.