Guasdualito


Guasdualito es el nombre de la ciudad en la que estoy unos días dando un taller de periodismo en Radio Fe y Alegría. Es una ciudad fronteriza, a media hora del rio Arauca, que separa Venezuela y Colombia. Por las mañanas salgo con la unidad móvil de la radio y por la tarde me reúno con los reporteros para ver cómo pueden mejorar las noticias y darle vida a la información. Esto de "darle vida" no es broma, porque entre los lugares que he visitado no he visto ningún otro sitio donde sea más difícil el ser periodista que en esta zona. La cuestión es que la guerrilla está tan metida en todo el entramado social que nadie se atreve a hablar sobre lo que ocurre por miedo a que le maten. Hay "guerrillos" en todas las instituciones, incluyendo los colegios, los consejos comunales y las alcaldías. Los grupos o frentes son unos cuatro, la mayoría de ellos nacieron en Colombia con reivindicaciones en favor de la gente sin tierras, pero con métodos muy violentos e inhumanos, están en guerra contra el ejército y los paramilitares pagados por los narcotraficantes. Así después de cuarenta años de guerra sucia en Colombia, hace tiempo que la guerrilla pasó la frontera para extender sus métodos de extorsión y violencia haciéndose fuerte en este lado del río, sin que ninguna institución venezolana pueda pararlos.

Las muertes por encargo, sicarios en moto que pasan veloces repartiendo plomo, están a la orden del día y la gente tiene miedo a hablar, miedo a llamar a las cosas por su nombre, miedo a salir a la calle, a partir de las seis de la tarde todo está desierto y los vecinos se encierran hasta que amanece esperando que algo haya mejorado. Lo más triste es que nadie puede denunciar nada porque la policía y el ejército son tan débiles y están tan vendidos en muchos casos el denunciante se convierte en el primer perseguido por los denunciados a quienes alerta la propia policía y no hay quien le libre de un castigo seguro.

Uno de los casos más dolorosos ha sido el "reclutamiento" desde un grupo armado irregular de catorce adolescentes en un liceo cercano a Guasdualito. Les comen el coco ofreciéndoles móviles, motos, mujeres, poder y respeto, hasta que caen y se van con ellos al otro lado del río. Allí desaparecen y no vuelven más. Un familiar de uno de los reclutados acudió a los propios guerrilleros y logró que su hijo volviera tras un sinfín de calamidades. Ahora no quiere contar nada de lo sucedido y teme por su vida.

Por esto es difícil ser periodista aquí, porque nadie habla, todo lo lían para no decir nada y si se les escapa algo te piden que nunca salga en antena. Nunca puede pronunciarse un nombre, apuntar a un cargo público, o a un vecino y nadie se responsabiliza de nada. La emisora es una ayuda para la gente, sobre todo para los que viven más aislados. Por suerte, aquí se emite en AM y llegamos mucho más lejos que las de FM. Esto nos da más responsabilidad para informar de lo que otros no informan pero nada es fácil. A esta dificultad de dar noticias en directo, o de no encontrar quien haga declaraciones, hay que sumar que muchos de los que trabajan en la emisora llevan muchos años denunciando la situación y sólo ven las cosas empeorando, ayer con unos en el poder y hoy con otros a los que ayudaron a subir.

La solución pasa por seguir llamando a las cosas por su nombre intentando quitarle espacio al miedo y dándole estatuto público a lo que está comido por el terror. Hoy se está haciendo más fuerza con campañas radiadas contra la violencia y en favor de la Paz que denunciando en cada caso. Así la creatividad se va abriendo camino y la emisora sigue en el aire a pesar de las múltiples dificultades.

No hay comentarios: