Gasolina ilegal


De nuevo en El Nula mientras espero a ver si vuelve la conexión en el único punto de internet del pueblo, les contaré algunas cosas de la vida cotidiana aquí. De las primeras cosas que me llamaron la atención en Venezuela es lo barata que sale la gasolina, más que el agua, ya que con menos de un euro se llena el depósito del coche. Pero esto, viviendo en la frontera, lejos de ser una bendición es la ocasión para la proliferación de una nueva mafia alrededor de un negocio ilegal. Como la gasolina en Colombia es casi veinte veces más cara que aquí, y además aquí no hay mucho trabajo, la forma de hacer un negocio redondo es comprar gasolina aquí y venderla al otro lado del río, donde servirá no sólo para hacer andar los vehículos sino para los laboratorios de droga, pues la gasolina es una de las substancias necesarias para la elaboración de la cocaína.

Es fácil distinguir qué vehículos se dedican al gasolineo, son carromatos destartalados, estilo chevrolet norteamericano, que han sido trucados para tener un depósito mayor, quitando espacio al maletero, las puertas y los asientos para poder cargar más combustible. Por fuera su chapa está desconchada y oxidada y van soltando humo por los cuatro costados. No hay camuflaje posible. Todo el mundo sabe quien es quien, incluso los policías y los militares de la zona que, en muchos casos, (no todos, dejemos un espacio a la honradez), se benefician millonariamente por hacer la vista gorda de los autos que van de un lado para otro. Cuentan que muchos quieren venir a estos puestos fronterizos para beneficiarse de estos pingües ingresos extra. Sin embargo los gasolineros están también organizados. Hace poco los policías metieron a uno en el calabozo (dicen que por no pagar suficiente coima) y esa noche fueron sus compañeros a la comisaría, encañonaron a todos los policías y sacaron al pájaro de la jaula. Deberían haber encerrado a los policías para que se vea lo fuertes que son aquí las instituciones. La cosa quedó como una gamberrada más de estos picaruelos transportistas.

Si sólo fueran autos no pasaría de ser un negocio familiar, pero en las gasolineras el panorama es desolador. Camiones cargados de bidones se van llenando ante la mirada impasible del ejército. se hacen colas como atascos para llenar los depósitos, los gasolineros dejan sus autos en fila ya desde la noche anterior para llenar y cruzar la frontera. Mientras la gente honrada soporta horas para llenar el depósito y lo normal es que la "bomba" como llaman a la estación de servicio, esté cerrada cuando llegan al surtidor por falta de combustible. Cuando todo está alterado, el que puede cambiar la situación no quiere, y el que quiere no puede, todos se acostumbran y deja der ser noticia.

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