Con mucha vida

Esta es la Parroquia de la Virgen del Carmen, una de nuestras dos parroquias en Arica, en ella hay de todo y para todos, porque aquí una parroquia es todo un centro social que atiende lo espiritual y lo material desde los niños hasta los mayores. Yo voy pasando por todos los grupos y echo una mano en el comedor, aquí tenéis una foto de Job y su hermano Miguel con sus platos de lentejas con arroz. Después de la cena hay grupos de apoyo escolar a cargo, como todo, de voluntarios jóvenes y mayores. Durante el apoyo es un buen momento para hablar de las dificultades de las familias con los padres. Los lunes por la noche también salimos fuera con un grupo de gente a dar la cena a los que están por la calle cerca de la estación de autobuses.
Cada Parroquia tiene además sus capillas, esta pintada de azul que está delante del cerro se llama Cristo Obrero, aquí celebramos la misa los sábados por la noche, son una comunidad muy viva. Ahora están poniendo en marcha un comedor en una casa que está en la misma plazuela, allí dan comidas dos días a la semana, porque no llegan a más pero ya estamos estudiando formas de lograr aumentar los días en los que se dan comidas porque hay muchas familias que lo necesitan. La casa se llama María Belén en honor a la señora que la donó a la parroquia después de que sus vecinan la cuidaran en sus últimos años de vida.
Aquí podéis ver como van las obras del nuevo comedor y locales de encuentro familiar de la casa de María Belén. Todo está saliendo adelante gracias al aporte de los propios vecinos al ver las dificultades familiares que hay en el vecindario (Violencia doméstica, desempleo, alcoholismo,... pobreza) A ver si podemos avanzar algo antes de Navidad o al menos hacer una fiesta para los niños del barrio.

Y otra de las tareas que me está tocando el corazón es el acompañar la muerte de algunas personas de la Parroquia. Así os contaría lo que me impactó llevarle la comunión a Marcela y cómo enfrentaba la muerte temprana con una fe y entereza impresionantes. Os hablaría de Andreita, una anciana cuya familia me invitó a celebrar el paso a la vida de la abuelita recordando todo lo que a ella le gustaba y quería. Entrando así en los ritos funerarios de las culturas andinas. En esta última foto podéis ver todas las cosas que tenía Andreita y las cosas que le gustaba comer y beber. Al llegar a la casa y al irse durante los días siguientes a la muerte se reza y se esparcen hojas de coca sobre las escasas pertenencias de la difunta. Luego, a los ocho días se quemarán a las afueras de la ciudad. Esta familia fue una más de las que me ha acogido con todo el cariño del mundo a ser parte de sus vidas en momentos muy importantes para ellos. Las emociones y vivencias están cargadas de intensidad y aunque la muerte y las dificultades de salir adelante cada día se hagan presentes, siempre gana la vida.

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