El entierro del Padre Silvano


El 27 de julio falleció el Padre Silvano Martínez a los 88 años, al día siguiente fue su funeral y entierro en el pequeño cementerio que está en la misma finca donde yo vivo. La misa de cuerpo presente fue en la Iglesia de San Ignacio, en Santiago, de ahí me impactó que concelebramos unos 75 jesuitas y acompañamos el féretro formando dos filas hasta la calle. La gente se paraba para mirar tanto cura vestido de blanco y cargando un ataúd. Al llegar a Padre Hurtado, nombre del pueblo donde vivo, fue la gente quien llevó el féretro hasta la esquina donde está el cementerio de jesuitas. Habían llegado fieles de todos los sitios por los que había pasado el Padre Silvano y tras las palabras del Provincial comenzaron a surgir los recuerdos del bien que había hecho este jesuita bajito y de pocas palabras que ahora despedíamos. El cariño y el agradecimiento surgían con la serenidad de las lágrimas, desde las madres de los presos que había acompañado en la cárcel, los padres de familias de los colegios por los que había pasado, las familias parroquianas a las que había bautizado, casado y querido. Las empleadas de esta casa recordaban como hasta el último suspiro de su vida les había atendido y felicitado. Queno, el Provincial de Chile, invitó a los presentes a ir echando cada uno un puñado de tierra en reconocimiento de tanto bien recibido de Dios a través del P. Silvano. Por allí fuimos pasando todo el pueblo mientras los jesuitas más jóvenes cantaban cantos de esperanza en Dios y alabanza por la vida. Vivir esto en el contexto de cumplir un año más, despedir a un jesuita cincuenta años mayor que yo, me renovó las ganas de compartir la Vida.

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