Trabajos de Verano




Una experiencia conmovedora con “cabros” de diecisiete años en Puerto Montt. Habitábamos un colegio público en una de las poblaciones periféricas de la ciudad y desde allí salíamos cada día a trabajar por cuadrillas en las labores de la gente sencilla de la ciudad. Una experiencia muy interesante de abajamiento y aprender de la vida oculta de Nazaret y Galilea. Yo cada día acompañaba a una cuadrilla a un trabajo distinto y así, curioso juego del destino, fui pasando como trabajador por todos los sitios por los que hace unas semanas pasé de vacaciones. Así recogí unas algas llamadas “pelillo” en las marismas (pagaban a 150 pesos el kilo seco, = 0,20€), una miseria. Fui a vender pescado en los mercados, trabajé en la cocina de un restaurante de puerto y de ayudante en la cocina del hospital general de la ciudad. Fue una suerte poder acompañar esta experiencia a la vez que participaba en ella. La segunda semana cambiaba el trabajo y todos pasaban a trabajar a fábricas de conservas, plastiqueras, procesadoras de salmón y otras similares. Ahí yo no podía participar por las limitaciones de mi visado. Pero así pude trabajar en la intendencia de la experiencia y cuidar a fondo las liturgias con los chicos y chicas participantes. En total eran unos ochenta participantes y la verdad es que me sorprendieron, me emocionaron, me cansaron y sobretodo me imitaron. Se ve que el acento español les hace gracia y no hacían más que sacarme las frases de contexto.
Después he estado tres días en Concepción para un encuentro de formación de universitarios de CVX previo a unas misiones en Tirúa con familias mapuches y chilenas. Yo regreso a Puerto Montt para ir a las misiones de las Islas Desertores. Una aventura.

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